Con mi recién nacido quinto nieto, Bruno, y antes de cortarme el pelo.
Borges, de quien me considero un entusiasta admirador, se burlaba de la muerte. Decía, por ejemplo:
¿Por qué voy a morirme, si nunca lo he hecho antes? ¿Por qué voy a cometer un acto tan ajeno a mis hábitos? Cuando somos jóvenes, como suele decirse "con toda la vida por delante", es tanta nuestra energía que procedemos como si fuésemos inmortales.
Pero conforme vamos creciendo, y la muerte nos va tocando de refilón con algún familiar, algún ser querido que nos deja, nos vamos dando cuenta de que somos seres finitos, y que no podemos burlarla, porque su eficiencia es absoluta.
Sin embargo, alguna vez escribí que tenemos una forma de burlarla, y es prolongándonos en la mente de nuestros hijos, a partir de nuestras enseñanzas, de la educación que les demos, de la filosofía de vida que les leguemos. Se trata de un poema en prosa que titulé "Futuro Perfecto", donde digo:
"Y mi mente ... mi mente estará en mis hijos, que son la muerte superada, la continuación, el sentido, la meta, que no terminará en ellos, sino que seguirá en sus hijos...Y así mi mente, con la mente de mi padre, se verá mil y mil veces multiplicada, y en su destino enriquecida a cada instante, pues así vale la pena vivir la vida, ¡porque es vida y es camino!"(El poema completo está en:
http://autoblografia.blogspot.com/2004/07/futuro-perfecto.html )
¿Y a qué viene todo esto?Pues viene a cuento de muchas cosas, más allá de las cavilaciones de un paciente de cáncer que ha decidido tomar su enfermedad con el mejor de los ánimos, y luchar sin tregua para intentar vencerla, a sabiendas de que se trata de un enemigo artero e imprevisible.
Debo reconocer que hubo algo en mi infancia católica, que lejos de lograr el objetivo amedrentador buscado, produjo en mí un efecto interesante: el de no temerle a la muerte. Me refiero a unos versos que los curas salesianos nos hacían aprender de memoria, y que decían:
"Mira que te mira Dios / Mira que te está mirando/ Mira que vas a morir/ Mira que no sabes cuándo".Desde entonces aprendí que nadie muere en las vísperas, y algo fundamental: el vivir intensamente cada minuto, como si fuera el último. El saber que nuestra vida está hecha de tiempo, y perder el tiempo es perder parte de nuestra vida. El saber que como seres finitos para algo especial estamos aquí, si es que queremos diferenciarnos de los vegetales, que también nacen, crecen, se reproducen y mueren. Si no queremos "ser vegetales" que pasan por esta vida, para "ser humanos", debemos trascender con nuestros actos, con nuestras obras, desarrollado los talentos que todos tenemos. Así de simple. Así de comprometidos con nuestra esencia humana y con la humanidad viviente.
¿Cuánto más voy a vivir?
¿Quién de los que están leyendo ahora esto me pueden asegurar que van a vivir un año, dos, diez? Personalmente, no tengo ningún apuro por dejar este convulsionado pero maravilloso mundo. Por eso mi estado de ánimo ante una enfermedad tan terrible, ante los efectos secundarios de la quimioterapia. Por eso mi actitud -como dijo una amiga- "patológicamente optimista".
Ya he concluido la mitad de las aplicaciones de esta nueva tanda semestral de quimio. Llegó el momento de realizar una tomografía para saber si el tratamiento está siendo efectivo. Hasta ahora, mi organismo ha resistido mejor de lo que yo pensaba los efectos tóxicos de la quimio. Me he acostumbrado tanto a la sensación de hormigueo en los pies, que ya ni pienso en ello. He tenido algunos problemas dentarios, que mi odontólogo se ha encargado de solucionar, para lo cual tuve que ir varias veces a su amable cámara de torturas (
qué le hace una mancha más al tigre...). Me he hecho cortar el pelo, para evitar la molesta caída de cabellos sobre el teclado de mi ordenador, lo cual me ha hecho descubrir que tengo una bocha redondita redondita (ja ja ja), y los granitos de acné en la frente y nariz que me produce el anticuerpo monoclonal, me dan cierto aspecto juvenil (juaaaaa!) La motilidad intestinal sigue acelerada por efecto de los quimioterápicos, y eso produce una fuerte pérdida de potasio, que me compensan todas las semanas cuando voy a recibir la quimio.
Los dolores abdominales que tenía se solucionaron con los medicamentos que me suministraron, y dentro de todo, me porto bastante bien con la ingesta de alimentos, aunque suelo salirme del libreto dándome gustos como tomar leche chocolatada, y alguna que otra golosina a base de dulce de leche o chocolate. Mi razonamiento es para nada científico: "Si igual voy a tener un cuadro diarreico por la quimio, entonces puedo comer lo que me guste..."
En síntesis, en unos días más sabré si el tratamiento está o no dando resultados. En diciembre pasado, cuando fui a dar una conferencia a Madrid, me sentía perfectamente, salvo ciertos dolores abdominales que atribuí a no respetar una dieta astringente. La última tomografía había dado bastante bien. La primer quimio había terminado en marzo de 2008. Pero en febrero de 2009 me hicieron una nueva tomografía, y resultó ser un desastre: metástasis generalizadas en hígado, abdomen, pulmones, y adenopatías por todos lados. Me quedó claro por qué le dicen al cáncer de colon "asesino silencioso" (
silent killer).
Y aquí estamos. En la mitad de un nuevo ciclo de quimio. Veremos dónde estamos parados cuando conozca los resultados. Tengo una invitación para dar una conferencia en julio en Bilbao, y no pienso dejar de ir.
De ánimo, estoy mejor que nunca.
Y no pienso bajar los brazos.
Nunca.
Jamás.